Diálogos urbanos: La cosecha de mujeres


Por: Judith Juárez.
Uno va por ahí sembrando sin saber cuándo sale la cosecha...
En días pasados mi socia me propuso que nos reuniríamos con una persona interesada en apoyar nuestro próximo hijo (proyecto), entusiasmadas acudimos a la cita en un restaurante exclusivo de esta ciudad fronteriza.
 Llegamos 15 minutos antes de la cita, ellas ya estaban ahí, dos mujeres físicamente distintas, una con sobrepeso, la otra  muy delgada, guapas, arregladas, maquillaje cargado, bolsos de marca y zapatos de suela roja.
Les extendimos la mano sin que hicieran el menor intento por levantarse, ya habían pedido el plato fuerte, dirigiéndose con prepotencia a la mesera, quien muy amable se presentó como Carmen, sin que le prestaran atención, una descortesía, pensé.
Saqué el clásico tema del clima y el tráfico en la ciudad y ellas de inmediato comenzaron a hablar de la inseguridad en Tijuana, despotricando en contra de nuestro alcalde y sus funcionarios, no parecía ser una molestia colectiva como lo leemos en redes sociales, lo decían con saña, sin el menor respeto por nuestra autoridad municipal.
Criticaron la homosexualidad de algunas funcionarias, lo cual no solo me parecía una grosería, sino discriminación y falta de respeto al hablar de alguien que no se encontraba presente, opinar de la vida íntima de las personas es aberrante, sobre todo, viniendo de otras mujeres.
Mi socia trató de llevar la conversación al tema principal de la reunión, encendió la computadora e inició con la presentación que había preparado, para la segunda diapositiva, ya había sido interrumpida por la supuesta interesada en el proyecto para decir que querían ir al grano, que no querían perder su tiempo... ¿Qué cuánto ocupábamos?
Nos volteamos a ver como tratando de descifrar lo que pasaba, ellas continuaron con su charla, ahora expresándose mal de mujeres que conocíamos... que si fue amante de fulano, sutano y perengano, a quienes por cierto también tenía el gusto de conocer.
Me sentía acorralada, no sabía qué hacer, qué decir, ni cómo salir de esa situación tan incómoda, mi educación no me permitía levantarme de la mesa y decirles sus cuatro verdades.
Nos hablaron de un evento que tendríamos que acudir como requisito indispensable junto con 50 personas más. Era el pago por apoyar nuestro proyecto. 
Sin pedir la cuenta ni dejar propina, se levantaron, estrechamos la mano, mencionaron que el seguimiento lo daría su asistente, una de ellas aventó una tarjeta de presentación al centro de la mesa y se marcharon.
Desconcertadas por la situación, rompimos en ese momento la tarjeta y decidimos que nuestro proyecto tenía que salir con recurso propio y apoyo de personas leales, con el valor de hacer las cosas por amor al prójimo.
 Carmen, la mesera se me acercó y me dijo que si podía escuchar un audio que traía en su teléfono, me coloqué un audífono.
-- Me pareció genial su proyecto, se nota que ya han venido trabajando en el...
-- Ellas no traen nada, solo nos van a servir para llenar el evento que es nuestra prioridad, el ayudarles no nos costará nada, lo importante es que las vamos a poder usar.
Luego se escuchó el escusado.
Mi esposo tiene la costumbre de dejar excelentes propinas y tratar a los meseros como a un familiar, siempre los ve a los ojos y les llama por su nombre, algunas veces hasta los ha invitado a sentarse en su mesa porque no le gusta comer solo.
Una de esas personas era Carmen, la reconocí porque fue quien nos atendió en nuestra cena de aniversario,  se percató de lo que pasaba en nuestra mesa, las siguió hasta el baño y grabo la conversación en su teléfono.
La mejor enseñanza que tuve esa tarde fue precisamente de Carmen, su lealtad me hizo llorar de creer que el amor a los demás existe, aunque no se siente en tu mesa.


Comentarios

Entradas populares de este blog

5 FORMAS DE CONTROLAR EL BERRINCHE

¿DIVORCIADA? NO: SUELTA Y LIBRE.

MI LUCHA CONTRA LA OBESIDAD