SORPRESA DEL AMOR
Por: Galleta Parra.
Hermosa, tu sonrisa luce excelente en el auto que conduces. Fue el mensaje que leí en la puerta de mi carro, con una nota firmada por Rodolfo en la que además había nueve números, debo confesar que el estómago se me estremeció y en mi rostro se dibujó una mueca, como una sonrisa, pero entre tanto trabajo lo olvidé, aunque guardé el papelito.
Al día siguiente, recargado en mi carro encontré a Rodolfo, con zapatos negros de charol, tan brillantes que pude ver mi vestido ceñido al cuerpo que hacia lucir mi escultural figura, camisa azul cielo, pantalón negro, sostenía algunos libros, mientras en su otra mano sostenía una rosa roja.
– Que ridículo, pensé.
Acepté acompañarlo a la cafetería y mientras degustábamos café chiapaneco, supe que estudiaba medicina, que era ocho años menor que yo, que no tenía carro, que vivía con su madre y que claro, era un romántico empedernido, solterito y sin compromisos.
Como nunca tenía tiempo para nada, la relación avanzó muy rápido, pero a distancia, aprendimos a disfrutar al máximo cuando estábamos juntos, me esforcé por ayudarlo y apoyarlo, me comprometí con su sueño, le compré un carro usado, disponía al mes un presupuesto para libros y material para la escuela, me enfoqué en hacerlo feliz y ya no veía la hora en que terminara la escuela, vivir juntos e irnos de vacaciones por una larga temporada.
Estaba en la mejor etapa de mi vida, salud, crecimiento
laboral y perdidamente enamorada de Rodo, que todos los días me hacía reír con
sus ocurrencias, simpatía, entrega y jovial forma de quererme.
Por fin llegó el día que tanto esperaba, la bendita graduación, me fui al salón de belleza, pinté mis uñas de color rojo, el cabello con coleta, la maquillista se enfocó en resaltar mis ojos color caoba, cubrió perfectamente el paño en mi piel, que me brotó por haber pasado tantas horas bajo los rayos del sol y no cuidarme, aunque mis amigas dicen que es la edad.
Por fin llegó el día que tanto esperaba, la bendita graduación, me fui al salón de belleza, pinté mis uñas de color rojo, el cabello con coleta, la maquillista se enfocó en resaltar mis ojos color caoba, cubrió perfectamente el paño en mi piel, que me brotó por haber pasado tantas horas bajo los rayos del sol y no cuidarme, aunque mis amigas dicen que es la edad.
Llegué a casa para ponerme el vestido channel negro, mi
juego de aretes y pulsera de perlas que siempre me hacían lucir linda y
sofisticada, mis zapatillas rojas que había mandado limpiar con el bolero de la
esquina, unté labial rojo ultra cremoso, había decretado que sería un día
fantástico, Rodo no se imaginaba la sorpresa que le esperaba,- le había mentido
haciéndole creer que no lo podía acompañar por un viaje laboral, seguro iba a
gritar de alegría al verme llegar con todo y el mariachi que contraté!.
Como de costumbre perdí el sentido de la hora y llegué casi
40 minutos tarde, pero era el momento perfecto, Rodo ya había recibido su
reconocimiento con mención honorifica y se disponía a dirigir unas palabras a
los presentes.
Me sentía tan emocionada, tenía muchas ganas de llorar de la
felicidad, entre sus palabras comenzó a agradecer su apoyo, su entrega, su
tiempo y su paciencia a la persona que más amaba y quien le daría la alegría
más grande de su vida, el ser padre por primera vez. Bajó del estrado donde lo
recibió su esposa con un ramo de flores, y una hermosa panza de no menos de
seis meses de embarazo, su madre y los invitados aplaudieron, luego se
colocaron para la foto familiar, mientras yo los observaba.
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